Arden las mesas en el parque
con la llama festiva de un cumpleaños,
tan triste es la comida que los pájaros
ni siquiera buscan lo que cae al suelo,
hay niños diseñados por Botero y padres que mantienen
la embarazosa dignidad de una barriga
que anuncia apocalipsis donde los jinetes van a pie
llevando de la rienda a unos famélicos caballos,
cuando la fiesta acaba y se retiran
languidece el ritual de la pradera,
el viento juega a arrinconar las bolsas
dejadas en errática orfandad,
y las palomas grises contonean un irisado escepticismo,
no están conformes con el papel de ratas
que les ha tocado en la función y se entretienen
jugando a perseguir a esos fantasmas.
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