Pudo con la bruma del ritual
reduciendo éxtasis, angustia, enfermedad
y una larga lista de presagios
que no auguraban nada bueno,
luego subió a la loma, la gran dificultad
era meterse dentro todo el jarabe de la brisa
y aplacar los jadeos,
más tarde, recobrado el aliento, buscaría
leña para el fuego, lavaría sus manos con carbón
y escribiría sobre el brocal su testamento
para que todo el que bebiera de aquel agua
pudiera respirar la taumaturgia de la autocuración
y seguir siendo un enfermo.
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