Anuk duerme tras la cortina blanca de la leche
De nuevo ese quietismo
vertiginoso de la luz, un marco
que avanza con las horas y recrea
el instante perpetuo de la contemplación,
te miro
arrebatadamente hundida en la entraña exterior del alimento,
unida al ramoneo
de las crestas nevadas del surtidor de leche,
ciega al murmullo de los ojos,
no ves a quien te mira ni te ocupas de hilvanar protocolos
para dejar en alto las estrategias de la vida,
tú conduces hacia el mar
estos ríos afectados de extáticos remansos y aceleras
la lentitud pasmada de la espera
hacia eso que aún no es pero insinúa
el boceto inicial de una sonrisa.
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