Está mirando las bamboleantes ramas de los sauces
donde los abejarucos se despojan de su armadura de colores
y se ponen el neopreno para hacer más letal la zambullida
en el corazón del colmenar,
pero antes, por si las cosas no salieran bien
debido a la escopeta del granjero
juntan sus picos asesinos y se desean suerte componiendo
con el plegado cursi de sus alas un almibarado corazón.
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