Dura prosa la de Shakespeare
cuando hace subir a los actores
por escalas de esparto
aunque los peldaños sean versos
de metro esclarecido,
en un aula de la cercana facultad
se compara esa pasión por el ladrillo visto
con el empeño por los materiales nuevos,
esos que proceden de derribos y adquieren nueva vida
tras un selectivo reciclaje, cielos rasos
y paredes de yeso que soslayan
la necesidad de los tapices tras los que podría aparecer
el charol de un zapato o el bulto sofocado
de un sorprendido victimario,
sal del túnel ya, Laertes, deja que ese florete
inesperado de la luz penetre en tus pulmones
y que el veneno certifique la levedad del sueño,
en una hora todo esto habrá acabado y en las butacas
quedarán como espuma los programas
de mano de este Hamlet arbóreo donde el agua
arrastra hojas teñidas de maquillaje rojo
para ocultar la palidez de Ofelia.
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