Una última advertencia
antes de emprender la expedición por los canchales negros:
nada de fósil apariencia, ni siquiera ese gusano mineral que cuelga
como estalactita acusadora de algún techo sin luz,
nada que aluda a la costumbre lenta del goteo
para precipitar en piedra grabada o esculpida un logotipo
de arqueológica apariencia,
nada traído por la tradición oral o escuchado en púlpito,
ni por supuesto la traducción interesada
de los nativos para revestir de realidad
al mito más halagador con que los siglos
han ido perfilando el nombre de este pueblo,
nada de eso nos vale,
si acaso el parpadeo de los labios
al pronunciar con miedo una palabra
que nadie sabe interpretar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario