Regresemos ahora
a la sala azul de fumadores,
nuestra biografía es de marfil,
mirad las manos cómo doran con su tono amarillo
de nicotina y cortesía universitaria
cualquier tema de conversación,
-toda apuesta por lo improbable es bienvenida
siempre que reciba de algún modo
los avales precisos de la ciencia-,
yo apostaría por el alquitrán,
ir exhalando lentamente lo aprendido
en lustros de codicia tabaquera
y demostrar al mundo lo que nunca
se dio por comprobado,
que a pesar del regusto a ceniza humedecida
podemos asomarnos al agua del estanque
y exhibir el embuste de nuestra dentadura
entre nubes blanquísimas,
otros se inclinan por el rubio whisky
que no deja huellas de color en la piel,
se dice en círculos de más bajo nivel
que para el hígado soñó dios la alquitara,
destilerías sin amor, sea en escocia o en segovia.
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