Me he sentado a observar
la audacia con que un rayo de sol
avanza por la habitación oscura,
dejo a un lado el libro que habla de un eterno regreso
y me concentro en el progreso lento de la luz,
en lo que de ese rayo va quedando
atrapado en la penumbra, como las escamas de un cabello
atravesando el aire de una seda, qué se deja atrás
o qué se lleva de lo que traspasa, toda audacia
tiene que pagar un precio y al final la línea
de luz se adentra en la tiniebla
como el pincel en los colores, intentando
sobrepasar el miedo a contagiarse
de aquello que le es desconocido.
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