El compulsivo contador de historias
iba por el camino, le oí decir:
líbrame de mi mismo y nunca esperes
a escuchar el final, si cedes
a la tentación acabarás diciendo con tu propia voz
lo que supones que pienso yo y no digo,
no siempre la construcción de la verdad
se ve obligada a recurrir
a materiales verdaderos, todo
lo que está en construcción es poesía,
posibilidad, prometedora espera
de algo que nunca va a llegar, (ahí se toma
un respiro, busca un final decoroso a este babel),
la fusta suena sobre las ancas del caballo,
luego un trotecillo, luego un alocado galopar,
luego se verán las chispas
que las herraduras hacen saltar de las pulidas
losas de pórfido del templo,
un final decoroso, piensas,
este dorado sacrilegio,
aunque sin la verdad divinizada
que apuntala cualquier mitología.
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