A veces lloro
sobre el silencio derramado
como leche materna sobre el lomo
del depredador que ha devorado
a mis presuntos hijos,
soy incapaz de adivinar
cual es el peligro carnicero
que me acecha tras el escarol de la lechuga,
a veces tenso el arco
de Ulises y disparo sin mirar,
el blanco no es la fiesta individual
de cada pretendiente
sino la exhibición obscena
de una cobardía colectiva
acosando a Penélope, yo busco
el corazón de buey de comensales
acostumbrados a pesebre
mientras las flores cargan con el peso
de su belleza involuntaria.
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