Aún sigo despierto,
son las tres de la mañana y me entretengo
susurroneando un blues oscuro, con los dedos
tamborileo torpemente
sobre el cabezal de pino de la cama,
trato el insomnio con dulzura
deslizando la mano sobre el lomo
de los motivos que la imaginación me proporciona,
y saltan chispas como cuando peino al perro,
no logro ver a dios ni al diablo, ellos
son bultos exentos que adornan el taller
donde fabrico monstruos, los desnudo
y me recreo obscenamente resaltando sus regiones pudendas
que ellos exhiben con orgullo
como lo mejor o más florido
de su vulgar anatomía.
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