Como un dolor
sostuve firme la confianza
en lo que la piel desnuda detectaba,
fui derecho al sonido
de la gota ruidosa sobre el fregadero
con los ojos cerrados y las manos
por delante para evitar tropiezos,
nada parecido al repiqueteo de la plata
cuando pasa un camión y tiembla
todo el vasar donde dormita en vilo
la antigüedad más valorada,
los insomnes lo llaman descubierta
y se esfuerzan por emular ese retiñe
con los dientes de risa, -picar hueso-,
como si hubiera que despojarse de la carne
para imitar sin ruido
todas las fantasías apiladas
en la penumbra del desván.
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