He salido temprano,
tenía intención de coronar el cerro
y presumir frente a los pájaros
de mis colores vivos y mi timbrada voz,
llevaba ropa de domingo
y la insolencia amable de los versos
de ese irlandés de nombre impronunciable
para leérselos a dios y arrebatarle
la primogenitura al aire,
su ángel más veloz y transparente,
pero la niebla me apagó la voz
y grazné con los cuervos
una estrofa corta de Ezra Pound.
Hoy disfruto el castigo
de los conjurados de la luz.
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