Renace
el temor por la sagrado,
himnos homéricos que ensalzan
el peso venerable de la piedra
que obligó al escultor a repetir
patrones milenarios donde nada cambia,
dioses hay que cifran su valor
en la quietud de sus estatuas,
ellos están ahí y a eso se reduce
su visitada taumaturgia,
que sus adoradores lleguen
hartos de lejanía y se conformen
contemplando su inmovilidad como un destello
de cotidiana trascendencia,
que no hagan procesión con sus imágenes,
ellos, pegados a la tierra,
siguen mirando indiferentes
cómo se borra todo lo demás.
No hay comentarios:
Publicar un comentario