Llegó bajo la nieve,
su silencio cómplice, su mirada gris
igual que el agua en que la nieve acaba,
con él llegó la sed, el hambre
el ansia de poder y la respuesta
a la ambición, qué grandes
montañas de oro y poco pan para escalarlas
y obtener las monedas que pagan la traición,
o el esparto trenzado para soportar el peso
de los cuerpos culpables,
que no acabe la noche entre nosotros
y que sus huellas sean borradas
antes de que Adam Smith exponga al alba
su teoría moral sobre unas manos invisibles
que han de repartir la escorrentía
de los aliviaderos del mercado,
en fila india progresa el propio amor
y acabará flotando en la bahía
entre las flores lanzadas desde el puerto
para despedir a los ahogados.
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