Eso
que percibimos como migración es sólo
vuelo imantado hacia el calor, se deja
la tibieza invernal de la rutina
por la promesa ingrata de unos hielos a punto de fundir
y el parpadeo de las hojas verdes en los árboles desnudos,
después se atenderá la artesanía de acarrear ramas y barro
para que el miedo se transforme en nido
y la soledad en descendencia,
así se garantiza la continuidad y el tiempo
repetirá los ciclos como un ciego bolero de Ravel.
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