Alas grandes de águila
planeaban sobre la roca azul, ardía con el sol
y respiraba nube,
su pecho blanco iluminaba las hondonadas
donde aún dormía la nieve tímida de marzo,
todo el valle era un mar de bruma verde
y ella, inquisitivamente azul, copiaba engaños
para que las presas no captaran la eficacia de su red
lanzada en círculos dibujados a compás,
y lejos,
como perdido en la tangente, el nido
hecho con palos y esperanza.
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