domingo, 25 de junio de 2023

Acaso Homero, una vez resuelta la enojosa situación de Polifemo tirando piedras al vacío, se dejara arrastrar por la anestesia de la huida; ¿volvería a pensar en el gigante ciego enfrentándose a los retos de la oscuridad con la misma pasión que dedicó al viaje de Ulises?

 





Debía completar el recorrido antes de las diez,

era verano, traspasado apenas el solsticio,

arriba, entre las hojas, suspendían su aroma

los ramilletes de la acacia, la gota de ambrosía

salmodiada por millares de insectos, pero él ya conocía

la vigilante astucia de las espinas, pura quitina vegetal

manejando cuchillos o aguijones

con la eficacia de un enjambre,

pensó:  en el agua sería menos doloroso,

una sangre neutral  colaborando con el veneno

y el olor a nardo confundido con lo anestésico del aire,

sin darse cuenta se vio citando unos hexámetros de Homero,

versos así podrían reconducir la situación

hacia el estado previo al advenimiento de la luz

cuando las sombras aún no son capaces

de distinguir entre dolor y la emoción premonitoria.


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