En junio acudo a ver esta floración,
la pujanza de la orquídea aldeana en las escobas,
zapatitos de una infancia afligida, aunque empeñada en júbilo,
regreso aquí, al cárstico endulzado por la cal, subo
con mis agitadas emociones al escenario vegetal y veo
todo un reino en armas a mis pies, contemplo
la dispersión de los rebaños por el pasto verde
y aprendo a distinguir entre dulía y libertad,
es libre quien acepta sin rencor los límites de su naturaleza,
las aves en el cielo, el ciervo en el brezal, el arco iris
de la trucha en el montaraz arroyo,
no así el perro que ladra en un lenguaje délfico
sometido al dogal de la traducción,
o la infección de las esquilas rayando de amarillo
el verde de los prados,
vengo a buscar el aleteo de una cabellera,
la belleza hirsuta de una crin, el tibio olor a estiércol
mezclado con el perfume de las setas o el rezongar de las colmenas
antes de que la esfera del reloj se convierta en tijera
y divida el día en horas o ponga bisagras a los años.
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