Mira esas pavesas
que lentamente caen fuera del campo
vigente del incendio, está ardiendo la civilización,
se agota el cabo de la vela que ilumina el final de una mirada,
alguien después querrá acercarnos a mirar el hielo
como hacían los viejos en Macondo
con los aprendices de profeta, y no habrá hielo que mostrar,
ni habrá conocimiento comparable al frescor del aire antiguo,
la ciudad a oscuras con la guía dudosa de ese luz de cera.
dulce carne quemada, la barbarie hace ahora de anfitrión,
se agotó en mayo el calendario y las semanas
intentan traducir esa distancia
que llega hasta finales del verano, con sol de ojos dentados
y sonrisa de comensal de carne asada.
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