Viene de lejos este olor a sangre,
ya la historia avisó: cada jornada
los ríos incrementan su caudal
incluso en el verano, no hay edades
secas o períodos sin efusión,
del mismo modo que no hay dioses
muy diferentes a nosotros, todos
hijos del mismo orfebre, modelados
del mismo lodo residual y soplados
por aromas arcanos como aliento creador,
y hasta ese barro cocido en muflas estivales
llega la sangre en forma de tributo líquido
que la tierra nos reclamará como peaje
en el momento fronterizo
en que la cerámica se rompa.
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