Para sentir la vida
hay que palpar la vieja cicatriz de la amistad,
es ese abultamiento con forma de raíz
que cierra el hueco de una herida congénita y difícil,
duelen los aires interpuestos, la distancia indiferente
que pone a cada uno en su lugar,
qué ha sido de la respiración,
del aire blanco que manejaban nuestras bocas
como un lenguaje histórico con ínfulas de eterno,
frío caliente, y acumulación de soledad,
sólo eso,
luego otras guerras y otras heridas más urgentes
hicieron olvidar las primitivas y hoy contemplamos
con veterana indiferencia el amputado brazo,
el ojo de cristal de mirar fijo o el injerto mecánico
con que el tiempo ha intentado suplir al corazón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario