martes, 6 de junio de 2023

En la comarca se habló de un montañero extraviado, de esos sin equipo y escasa preparación que bordean alturas moderadas y no se prestan a conversación, pero él tenía sospechas de que era un personaje de Benet, alguien marginal que ni siquiera conocía el secreto de su origen literario

 




Se asomó al precipicio cogiéndose al alambre del cercado,

expulsó el aire y se sintió volar, tenía frío

y elevó las manos como adorando al sol,

todo aquello que habitaba en el abismo

captó enseguida su presencia y la niebla comenzó a levantarse,

de qué hablarían si es que algún espíritu

decidía saltarse la penitencia de silencio,

las formas nítidas quedaban a su espalda, las de abajo

eran humo, sólo humo de fisonomía inabarcable,

se vio pensando en las estepas, en el brillo amarillo de la hierba

y hasta encontraba acogedoras las casetas de tabla

donde a veces entraba para escuchar el viento o el toc toc del corazón,

y traducía los arcanos de aquel sonido sideral,

los versos de la era, con el dorado trigo y el oro sucio de aventar,

tanto silencio le agobiaba, pensó:

de aquí sólo guardaría las astillas encendidas,

ellas le remitían a los incendios del verano

que la prensa local daba en entregas,

como si fueran un serial, lo demás, la ceniza,

acabaría dispersado por el viento.

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