Suena tan mal como un encargo,
lo real se enrosca sobre sí mismo y necesita
que alguien lo relate o desenrolle, lo mismo que una alfombra,
suele ocurrir que el aire en cada latitud se escore
hacia arrecifes ásperos
haciendo peligrar la travesía de lo que simplemente es una vela
inflada por el viento,
en los lugares alejados del ecuador cualquier frescor es bienvenido,
y el alma se serena con músicas rituales,
no con el latigazo de las olas contra el espinazo del dragón,
a pesar de la cera en los oídos seguimos escuchando los cantos de sirena,
en cambio allá se niega cualquier mitología
salvo la que crea la palabra
que llama a las sirenas peces gordos cebados con leyendas.
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