El tiempo se ha dormido
o acaso sea el sueño breve del otoño,
a la puerta llega ese olor a manzanas tan promiscuo
que con todo mezcla bien,
lucen los chopos su vejez temblona,
teatral y amarilla para su dolor,
se crecen los arroyos no con la lluvia
sino con el rocío y se hacen peregrinos de un cansancio
que nunca llegará al campo de estrellas,
se quedarán aquí, desnudos, penitentes,
señalando la herida donde el agua sueña con el mar,
aún a sabiendas del peaje de hielo
que ha de pagarle a la invernada.
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