Algo dijo que no llegué a entender,
en sus labios bullía el escozor del braille,
una margarita deshojada en la periferia de un lenguaje
que siempre queda a un paso de la definición,
me puse la mano en el oído para hacer pantalla,
no fui capaz de acostumbrarme a su mudez, quería oír
lo que sus ojos y sus labios deletreaban
sobre imaginarias teclas negras,
su mensaje pasó a mi lado, tal vez sonó mi nombre,
las mismas letras que empleó para decir no sé
o lo he olvidado,
las letras, esas eternas mercenarias.
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