jueves, 12 de octubre de 2023

También en la madera de pino de la mesa había dibujado el hijo de la bienaventurada Leto las isobaras temporales con que se distingue al árbol elegido para convertirlo en inmortal, así la mesa es mesa sin dejar de ser árbol y se esforzará en perpetuar en el interior de las moradas la belicosa inercia de los dioses y su complicado corazón

 



Hay un momento con sabor

en la quietud de la mañana, huele a sol,

campea sobre las baldosas ese brillo otoñal

con que los árboles enfermos tratan de engañar al frío,

la luna vuelve de su prosequitur nocturno,

mira hacia el oeste y acelera su declive final

como si se acordara de repente de algún peligro oculto,

nada que desde arriba pueda pasar inadvertido,

la niebla, la tozudez del ábrego o las nubes

que van llenando lentamente el pastizal del cielo

trasformadas en vacas de algodón, 

dentro del perímetro acotado por las isobaras

con que se cierra el telediario. 

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