Es eso, sí,
eso que pasa y queda,
la lentitud en el paisaje, las luces que se enredan
en las ramas desnudas de los árboles,
el escozor del tiempo ya sin voz, o las heladas
unificando el mal color de los días enfermos,
encender la chimenea, calentarse
con el olor del humo,
se han reducido a cifras los intentos
de comprender, días y meses prosperando
desde el poder de la raíz,
y ahora ahogándonos a todos con su elemental misterio,
no es la estación, ni la continuidad, ni las ausencias,
es algo histórico que vuelve pertinaz y deja entre nosotros
el desasosiego de lo eterno.
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