viernes, 20 de octubre de 2023

En el claustro de la colegiata los vanos se suceden con regularidad, un silencio mojado nos llega a la nariz, la piedra tiembla con nuestras pisadas, se ha contagiado de ese mal erosivo que afecta a la arenisca, la girola está llena de los escombros del milagro y algo no visible se asoma en las ojivas mostrándonos su hocico de animal, no corre el aire aquí y el que quedó atrapado huele a incienso podrido, como la sonrisa de las gárgolas

 





Estoy aquí, a dos pasos

del silencio absoluto, un granito pulido y bicolor 

que se confunde con el cielo de otoño, 

el aire se ha quedado quieto para que podamos 

auscultar su respiración, es lenta y con fatiga,

lleva muchos días de batalla, golpeando las persianas,

sacudiendo el felpudo de los prados, ahora

sus largos dedos se dedican a tocar con la timidez de los nudillos

en la madera de la puerta, no hay acritud ni furia,

ha firmado las paces con el sol y viene

a sentarse con nosotros en ese lado del jardín

                                                      donde crece el endrino,

no hay leyes para esto, se estable un pacto

entre la realidad y lo posible, alrededor las setas

despliegan sus paraguas y parece

como si la eternidad se hubiera acelerado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario