Estoy aquí, a dos pasos
del silencio absoluto, un granito pulido y bicolor
que se confunde con el cielo de otoño,
el aire se ha quedado quieto para que podamos
auscultar su respiración, es lenta y con fatiga,
lleva muchos días de batalla, golpeando las persianas,
sacudiendo el felpudo de los prados, ahora
sus largos dedos se dedican a tocar con la timidez de los nudillos
en la madera de la puerta, no hay acritud ni furia,
ha firmado las paces con el sol y viene
a sentarse con nosotros en ese lado del jardín
donde crece el endrino,
no hay leyes para esto, se estable un pacto
entre la realidad y lo posible, alrededor las setas
despliegan sus paraguas y parece
como si la eternidad se hubiera acelerado.
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