lunes, 16 de octubre de 2023

Por aquí se le llamaba raque, un habitante más de las laderas pindias del hayedo, se dejaba ver de lejos, cuando el vapor de las hojas en fermento desdibujaba los perfiles o el sol a contraluz desenfocaba la mirada; de pelaje gris, espaldas anchas como un vado y silencioso caminar a pesar de su insólito tamaño; en cualquier latitud suena su nombre como algo amenazante, aunque todas sus apariciones sean pacíficas

 




Era verdad, algo se movía

en la emboscada cumbre del invierno,

paisaje todo blanco, salvo el esfuerzo por sobrevivir

de algunas ramas y la impavidez de las escobas,

una huella como de exclusivo trébol

repujado en frío sobre cuero, dibujo semejante

al tibio olor a nieve que simula el sol cuando levanta,

iré a buscarlo,

llevaré lanza de avellano endurecida al fuego,

no buscaré su sangre, su presencia sería suficiente,

algo de calor en su mirada, unos granitos rojos

de acebo o de argumón para colgar en el zaguán

y el muérdago prohibido

para desalentar a cazadores

que siempre van armados de metal.


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