Era verdad, algo se movía
en la emboscada cumbre del invierno,
paisaje todo blanco, salvo el esfuerzo por sobrevivir
de algunas ramas y la impavidez de las escobas,
una huella como de exclusivo trébol
repujado en frío sobre cuero, dibujo semejante
al tibio olor a nieve que simula el sol cuando levanta,
iré a buscarlo,
llevaré lanza de avellano endurecida al fuego,
no buscaré su sangre, su presencia sería suficiente,
algo de calor en su mirada, unos granitos rojos
de acebo o de argumón para colgar en el zaguán
y el muérdago prohibido
para desalentar a cazadores
que siempre van armados de metal.
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