miércoles, 25 de octubre de 2023

El patio de armas había sido adoquinado con gruesas duelas de oligisto; el señor del castillo amaba el pedernal, pero la sangre le atraía con tal fuerza que se hizo construir un mausoleo de color bermejo y desde las almenas disfrutaba comparando los matices de su futura inmortalidad con las baldosas rojas bajo las que reposaban sus ancestros, tan aficionados como él a ese color

 





Llegó arriba el cuchillo

y el ejecutor bajó de planta

para mirar a ras de suelo el sacrificio,

no encontró la equivalencia entre su voluntad y el despilfarro

                                                                                     de eficacia

ni el arma ni la víctima, ni las paredes y baldosas del recinto 

cumplían con el estricto protocolo del ceremonial,

se preguntó por qué y dedujo

que la sangre era el único lirismo

en la plana vorágine de aquel escenario,

por eso renunció al aplauso, echó el telón

y en el espeso terciopelo que armonizaba el rojo con el rojo

se limpió la sangre de las manos.


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