Dolor arriba y ascendiendo,
no pesa ese bagaje de comedor,
la sombra arracimada de la parra
en el patio de luces con las mesas
jugando al ajedrez sobre un tablero de gres fenicio,
plomo y ceniza en los mediodías polvorientos del verano,
se pasa la manguera y todo vuelve al desnudo adolescente,
una foto casual, sillas de hierro y el gesto algo cansado
ya a los postres, oliendo el abandono del café,
contaba unas historias increíbles, relatos amputados
a la frondosidad de los periódicos
con promiscuos adornos para despabilar el sueño,
la sombra del negrillo agujereada de grafiosis
no es capaz de competir con algo
que tiene forma oscura, pero apenas alcanza
la opacidad maciza del dolor.
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