A mi lado apareció un ciclista,
iba cuesta arriba con el jadeo secuencial de un geiser,
me roció con su esfuerzo y puso
algo de desasosiego entre mis pasos de espectador impávido,
apenas me llegó su voz como sacada
de la concavidad de una ola marina,
la soledad se nota más
cuando en la empinada carretera se dibuja a lo lejos el ciclista,
te persigue con movimientos de gusano
contagiándote un desconocido ardor entre las ingles,
te sobrepasa y se va haciendo cada vez más pequeño
hasta acabar evaporándose lo mismo que una gota de sudor.
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