Repaso los papeles que él guardaba
con los jornales manuscritos de la mina,
a qué puede oler un trozo de antracita,
él la usaba como pisapapeles, como espejo ciego,
como talismán y sobre todo como manual de supervivencia,
tal vez le recordaba los chirridos
de la vagoneta sobre los brillos del rail,
espejo ciego, sí, salvoconducto para los días de respiración difícil
y conversación consigo mismo,
tú has venido a mí, yo nunca quise
compadecer tus confidencias, esa sangre tosida,
las espinas en el corazón de los alvéolos,
bajar contigo al bar, alzar hasta los topes la persiana
y respirar por la nariz, palpando con los labios el espesor del aire,
o mirar río abajo el agua negra de los lavaderos,
así será algún día, como el abril de los jadeos,
como una boca abierta que pretende
que todo el aire quepa dentro.
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