Ruidoso celofán para ese sueño del final feliz,
tirar despacio del extremo, bordes anchos de llaga
sujetos con cinta adhesiva, sangre verde como atrezo
de un ciclo vesperal, se espera que algo aun no nacido llegue
a nosotros con milagro, no será real pero se esfuerza
en superar el trance, suena la música lacaya
de lo que va a venir, las tubas de latón y la madera
de algún violín demótico, nadie habla ya ese idioma
salvo para hacer temblar el alma, las iguanas
de la imaginación son los dragones de las antiguas fábulas,
cualquier felicidad cabría en el pocillo
en el que saboreamos el aplauso,
acaso Calderón se atreva a reescribir sus autos
y nos obligue a la elegancia de la ampulosidad
para que miremos en silencio
a los que pueblan con su expectación
los graderíos del teatro.
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