jueves, 23 de noviembre de 2023

Cuadrupedante putrem sonitu cuatit ungula campum, surgido de repente con el sonido enfermo de la agrupación urbana, descalzo todavía y con los pies mojados de llovizna, acostumbrado a disfrutar colores que ahora ya no están; he de recobrar el ruido para volver a oír el miedo de la música, desparramar la sal por la calzada para que el pie no huela el sinsabor, no hay huellas, se borraron después de tantos meses, no hay flores aunque a veces se abre una grieta en el asfalto y la afonía de una voz te sube como sangre oxigenada por las piernas, te hace bajar la vista y entonces tú te encierras con el diccionario y aprendes a leer de nuevo; luego escribes en la arena con un palo: su nombre es margarita y es tan simple que ni familia tiene, o acaso es que sea ciega o que se le haya ido la cabeza

 



Me he parado en el borde arenoso de la acera,

ahí, entre estertores, crece una flor, una margarita escuálida,

es el efecto turbio de la belleza urbana, vigente aún,

camomila académica sin aula, toda voluntad embravecida,

quizás por eso su debilidad es capaz de alcanzar

el límite seráfico del éxtasis entre el tropel de mil zapatos,

no es suficiente la verticalidad para subir peldaños

en la escalera evolutiva, de vez en cuando es conveniente

bajar a ese rasante de la arena donde el empeño no hace mérito

pero ayuda a componer un marco

por el que asoma el mundo natural

sometido a la putrefacción de los tacones.

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