Me he parado en el borde arenoso de la acera,
ahí, entre estertores, crece una flor, una margarita escuálida,
es el efecto turbio de la belleza urbana, vigente aún,
camomila académica sin aula, toda voluntad embravecida,
quizás por eso su debilidad es capaz de alcanzar
el límite seráfico del éxtasis entre el tropel de mil zapatos,
no es suficiente la verticalidad para subir peldaños
en la escalera evolutiva, de vez en cuando es conveniente
bajar a ese rasante de la arena donde el empeño no hace mérito
pero ayuda a componer un marco
por el que asoma el mundo natural
sometido a la putrefacción de los tacones.
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