viernes, 3 de noviembre de 2023

Vino caliente amaestrado con resina y verdeazul de enebro, el druida no encontró un remedio para esta enfermedad gris del olvido, ni contra ese polvo de polilla que a todos nos convierte en vejestorios; no contamos historias ni competimos por llegar hablando hasta el final del pábilo; el olor a cera fría nos hace abandonar el lugar del escaño más próximo a la lumbre, donde la madera de abedul se desprende de sus aceites esenciales

 




Aquí noviembre,

ya llegué, señalo y corto,

no hay otro sonido que el de esa nieve abstracta,

el congelado lenguaje de lo que no prescribe,

arriba aún quedan ventanales, también hay cuervos,

su sonido contrasta con la lentitud del aire, 

llega más tarde que el silencio, 

el sol atisba tras algo algodonoso, es un momento repetido

este de la moneda estrábica del sol, parece

una acuarela húmeda cosida al césped con espinas de endrino,

pero no quedan pájaros, a dónde habrán ido los pájaros,

el carpintero trastea en la veroja,

le han encargado un barco soñador, que lleve lejos

sobre las olas, incluso si no hay olas,

dejará un rastro en la nevada como una cicatriz 

y durará

hasta bien entrado abril, cuando los pájaros regresan.


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