Aquí noviembre,
ya llegué, señalo y corto,
no hay otro sonido que el de esa nieve abstracta,
el congelado lenguaje de lo que no prescribe,
arriba aún quedan ventanales, también hay cuervos,
su sonido contrasta con la lentitud del aire,
llega más tarde que el silencio,
el sol atisba tras algo algodonoso, es un momento repetido
este de la moneda estrábica del sol, parece
una acuarela húmeda cosida al césped con espinas de endrino,
pero no quedan pájaros, a dónde habrán ido los pájaros,
el carpintero trastea en la veroja,
le han encargado un barco soñador, que lleve lejos
sobre las olas, incluso si no hay olas,
dejará un rastro en la nevada como una cicatriz
y durará
hasta bien entrado abril, cuando los pájaros regresan.
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