miércoles, 8 de noviembre de 2023

Escuché la metáfora de la salud como saludo, la alta y lejana tautología de los clásicos para decir qué tal; volvía a ver los capilares del idioma trasportando los coágulos desaforados del cansancio, la pandémica fuerza del querer vivir sobre las brasas, en equilibrio sobre un pie y las manos batiendo como alas de funámbulo; pensé "si vales, bene est, ego valeo", pero el bienestar no se improvisa, pese a tal

 


                       poesía y salud, la conferencia descorrió alguna cortina

                       y al fondo brilló algo que casi nadie ha visto, un sol oscuro

                       que siempre estuvo aquí


Salí al mar

y en su interminable conferencia de olas

no encontré razón, ni paz ni alcoba

para este peregrino pensamiento del dolor,

queda muy lejos la butaca de terciopelo rojo

donde la araña del saber teje su tela, nos habla

desde una tarima de madera noble -y qué madera no lo es-,

progresa su argumento de gusano, conmovedor intento de poeta

en nueva york, echado al monte entre metáforas

de vidrio y de cemento, conocedor tardío del ataque

de monedas furiosas a los niños que pavimentan las aceras

con su inocente inmadurez, no hacía falta 

desterrarse tan lejos, Federico, la misma velutina de metal

nos sigue acometiendo aquí y ahora, 

y nos anula el alba con su condición de nube,

no era necesaria esa cuaresma de penitencia laica

ni los salmos de ennegrecido acero que subían, subían

y no paraban de subir al aire como si fueran rascacielos.


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        En el Círculo se diserta casi siempre sobre algo tieso, en este caso la conferencia iba de salud y poesía, (por más que la tisis se ensañara tanto en los poetas). Se lo debo a Fernando que me remitió el paquete ( https://www.youtube.com/watch?v=zAMJbeujh8w). Mientras me tomaba el resto del café dejé que el sabedor, el que pasa las páginas sin ruido, me distrajera con sus toses de ocasión, su mal hablar premioso, aunque cargado de razones y de citas, Manrique, Garcilaso, Quevedo y otros más, hasta que llegó a Miguel Hernández y me hizo prestar más atención. Y al final, Federico. Gracias a ello puede volver a oír aquellos versos de Poeta en Nueva York que siempre echo de menos y que ponen al autor en la primera línea de algo que no tuvo la ocasión de concretarse, pero marcó un camino, hoy múltiple vereda por la que más que avanzar se trota.

Le he dedicado la entrada de hoy por si sirviera para disipar la niebla que flota sobre el pueblo.

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