Vuelvo a pintarte, te pareces
a un crucificado horizontal, los brazos
invocando a los pájaros, arriba está la luz
en el columpio de la claraboya,
el cielo a pesar de todo permanece activo,
levanta la persiana y facilita el paso de la claridad
para que se empareje con algún color,
cuando ya está madura se desprende
sobre el paisaje austero de detrás,
renunciaré a ponerle perspectiva a tu meditación,
lo plano siempre tuvo un aire de familia con el papel en blanco,
y aspira a parecerse a la verdad igual que el aura de los mártires,
esos carbones encendidos donde vive la redondez del alma,
para ellos guardo la cortina casta del pan de oro,
tan elemental y tan propicia al arrebato místico
con el que termina tu sesión matutina de posado.
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