lunes, 18 de septiembre de 2023

Cada año va a beber a aquella fuente y añade un pinchazo en la corteza gris del haya que la acoge, tantos ya como las cuentas de un rosario escarificado en la memoria vegetal de Monteviejo; nadie acude a recordar o poner flores, sólo él y se limita a los pinchazos para que la herida sangre y arrastre los humores negros que siguen flotando por allí

 





Pensó que era una fresa aquel sabor a sangre,

quién iba a decir que el frío del rocío le iba a despertar,

él no era un lagarto de infinitos ojos verdes 

ni el corzo asustadizo ni el pajarillo camuflado

entre las hojas lamidas por el sol, era una caliza más

                                                     empujada al barranco,

hay una memoria pegajosa por la piel que sangra sin heridas

y un cadáver lento en el alero del amanecer,

las balas le dejaron al rebufo de su turbulencia, 

no hicieron blanco aunque persista en sus oídos el rumor de la gracia,

las cuerdas en las manos le han dejado entumecido aquel instante

de fuego y confusión, no hay ángel ni camisa blanca

ni el ansia de correr que impulsa el miedo,

el sol ha levantado, le dice ven, 

abajo quedan los otros doce, inmóviles, callados, 

pirámide sin punta, desmochada del fatal número trece.




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