El nombre de los gatos
se sacaba del santoral, añadiendo a un color sucio
la connivencia de otros dos, es gata, se decía,
la trinidad tintada es femenina aunque se oponga
con sofocada abnegación al dogma,
llueve sobre la vida plana, se convive con la necesidad
que a menudo se trasforma en virtuosa
a imitación del cardo comestible, se usan de común
las oraciones secundarias con el habla
impregnada de dios y su latín acalambrado
fuera ya de circulación,
se va a la escuela y se regresa sabio, aunque no feliz,
son los tiempos del santoral profano para gatos
y de historia sagrada en la cocina
que nos hará crecer como alimañas con collar.
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