Esa coruscante luz recién nacida,
también ellos acaban de nacer,
camada ciega que olfatea el aire espeso,
en la guarida tiembla el miedo, hay oscuridad
y antenas concentrando la sensibilidad en los hocicos,
pero al llegar la madre con la pieza brillando entre los dientes
se hace la luz, no es ese amanecer del cielo
ni la frazada de aire cálido, es su latir, su pelo eléctrico
rozando los costados,
siempre llega de arriba, de la alta cumbre de la dificultad,
la precaución es esa pata que se posa sin ruido,
la imagen pixelada de la aproximación y la carrera
final hacia una yugular alimenticia,
juego de mesa sin mantel, el hambre evita los cubiertos
y propone un gruñido de satisfacción
que suena igual que una amenaza.
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