sábado, 2 de septiembre de 2023

Se sintió perro de repente, le atraía el espesor de la maleza donde la vida hierve, quedarse quieto y sorprender el movimiento de la pieza, tumbarse a disfrutar el frescor de la hierba en el verano o desparramarse de barriga sobre el asfalto caliente cuando el otoño empezaba a refrescar; ahora se sentía manantial y notaba cómo su energía se iba filtrando por la tierra hasta que el sueño le dejaba reducido a un ovillo de lana reciclada

 




En la breve

nomenclatura de ellos era eso: flor,

espina de cardencha con su arquitectura de vanguardia, 

ideal para aguantar el frío con elegancia estoica,

allí vivían a destiempo su indigencia ermitaña

con la consolación prestada por unas gotas de dolor

en dosis homeopáticas alentadas por el pulso pausado de la ascesis

y los rizos del humo gregoriano,

cualquier ruido no regular era tenido por blasfemia

salvo el rosario de azabache que los grillos nocturnos

hacían coincidir con los maitines, minutos antes

de la primera lágrima del sol,

su ciclo térmico abarcaba sólo de doce a doce,

el resto de las horas se encurtía entre el dolor y la ataraxia

hasta que sonaba la campana.


No hay comentarios:

Publicar un comentario