jueves, 28 de septiembre de 2023

Un cuervo se ha posado sobre los tirantes de la jaima, ha traído el silencio y la negrura del aire pronostica cualquier mal, los animales se contagian de superstición y las ovejas empiezan a ladrar mientras los perros balan, arde el pasto verde con que han sido cebados los pesebres y las cabras se niegan a aportar la leche para el kéfir y la cuajada; podría ser que el hambre volviera a visitarnos

 


                               (Job compra un boleto)


Ahora llega él, el todopoderoso padre

que bendice con su mirada complaciente

lo que ya bendijo dios, viste dalmática de lana

que le hace superior a los demás, él sabe

contentar a dios con humo, duda entre resina y óleo

desnaturalizado, -los dioses sólo comen con los ojos-,

se acomoda con elegante negligencia en la tumbona de marfil

para hacer balance de su patrimonio,

no hay nada como reposar sobre los restos congelados

de una vida animal, mastica una oración de frutos secos,

las uvas malva cuelgan de sus dedos como un anillo arzobispal,

los dátiles de Arabia y el humilde sésamo 

le mantienen a salvo en el oasis fabricado 

                                                         por su poderosa maquinaria, 

se arrodillará sobre damascos para orar: 

tu mal será mi mal, pronuncia, y lo repetirá  sin importarle

que suene a falso, alguien replicará con la blasfemia del temor,

a partir de hoy

no volverá a llover sobre sus campos y todo se tornará ceniza

incluso su peluca negra y su diadema se quedarán en blanco,

hasta su piel se acercará reptando el gusano de la envidia,

le morderá y sus ojos ya no verán a dios

sino el efecto de su terrible amor que colgará a su cuello

una guirnalda de dolor con pústulas y heridas.

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