(Job compra un boleto)
Ahora llega él, el todopoderoso padre
que bendice con su mirada complaciente
lo que ya bendijo dios, viste dalmática de lana
que le hace superior a los demás, él sabe
contentar a dios con humo, duda entre resina y óleo
desnaturalizado, -los dioses sólo comen con los ojos-,
se acomoda con elegante negligencia en la tumbona de marfil
para hacer balance de su patrimonio,
no hay nada como reposar sobre los restos congelados
de una vida animal, mastica una oración de frutos secos,
las uvas malva cuelgan de sus dedos como un anillo arzobispal,
los dátiles de Arabia y el humilde sésamo
le mantienen a salvo en el oasis fabricado
por su poderosa maquinaria,
se arrodillará sobre damascos para orar:
tu mal será mi mal, pronuncia, y lo repetirá sin importarle
que suene a falso, alguien replicará con la blasfemia del temor,
a partir de hoy
no volverá a llover sobre sus campos y todo se tornará ceniza
incluso su peluca negra y su diadema se quedarán en blanco,
hasta su piel se acercará reptando el gusano de la envidia,
le morderá y sus ojos ya no verán a dios
sino el efecto de su terrible amor que colgará a su cuello
una guirnalda de dolor con pústulas y heridas.
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