Me rindo a la avaricia desnudadora del invierno,
el hielo no funciona como vestido,
acentúa la desnudez y te hace trasparente hasta la desaparición,
queda el plomo viejo de los meses finales
atiborrados de cansancio, sucios de luz que apenas brilla
salvo en las apuestas de la escarcha,
no dejo de preguntar cómo se mide el tiempo entre carámbanos,
las horas prolongando su pereza desde los aleros,
gota a gota hasta la secular estalactita,
nada que ver con el esfuerzo misericordioso de la nieve
kilométrica y plana que parece
una abstracción difusa de la definición de paraíso.
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