Dale brocha
a esa piedra verde, que aparezca
la sangre fósil de sus ascendientes
aunque sea a base de pintura, toma ejemplo
de la paciencia con que el tiempo
trata a la pereza del color, lo deja sin respiración
usando la fiereza pacífica del liquen, ese musgo
de aspecto mendicante que se para a la puerta de las hayas
sin atreverse a entrar, se cuelga de sus ramas
y les contagia su vejez,
la piedra es siempre joven, tan semejante al tiempo
que confunde dureza y duración.
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