Cualquier silencio,
no la ausencia de voz en el mirar
ni la blancura en el mensaje,
esa ondulación temblona, los dedos en el agua,
la atemperada forma de llegar hasta la orilla
como un círculo ciego que se adueña de todo el lago
y lo convierte en conversación, en un paréntesis
de condicionales que progresan como las edades de la luna,
lo nuevo está en la nada, los inicios son curvos
y lo redondo es plenitud,
todo silencio igual que la enseñanza de los sabios:
mirarlo todo con los ojos cerrados y sin voz.
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