Oigo esa música donde el dolor gotea
como una baba sucia, le dan ese color de cieno
porque saben que triunfa,
gruñe por lo bajo su dolor, se asoma y no saluda
como si algo elemental le avergonzara,
no es necesario mostrar una exquisita educación
ni estar bien afeitado o parecerse
a ese retrato apócrifo de niño santo, sólo es preciso
hablar despacio, arrastrar los pies con chanclas
y calcetines arrugados, decir: la vida no me trata
demasiado bien, pero tampoco estoy seguro
de cómo debería ser tratado,
nadie tiene la culpa de este destierro
en el que soy tan infeliz como en cualquier otro territorio.
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