sábado, 23 de septiembre de 2023

Sólo un alma campesina es capaz de armar ese andamiaje de elevaciones místicas, usando como material únicamente los pigmentos blancos y las fermentadas enseñanzas de los anacoretas que acabarían dando pie a las futuras agrupaciones conventuales y a los excesos de la hagiografía

 





Me enfrento a la pared donde arde la cal, 

su blanca mano zurbarán dibuja monjes en hilera

la verja de la huerta prolonga los faldones blancos de los hábitos,

cómo pintar los oros en este comedor tan sobrio 

o los terciopelos rojos de la tentación en los camastros,

cómo orar de pie volando, rozando plumas de ángel,

cómo vencer la liviandad de la saliva, el recitado

cuaresmal de lo prohibido si se desconoce

el protocolo conventual, -tanto silencio-, y el balbuceo

de un desnutrido gregoriano,  como mucho ese olor

a jabón de lavar y el pobre incienso de-cada-día-dánosle-hoy,

hoy que es día de ayuno y sólo se permite

una mirada furtiva al bodegón de las cerámicas.

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