Llegó la muda y avanzó flotando
igual que una madera de naufragio
sobre un rumor de olas, su lenguaje decía que en el mar,
en el silencio, cualquier sonido provocaba una desesperación
similar a los sueños que no acaban ni con el despertar,
sus manos subían y bajaban con la cadencia de aspas de molino,
arrebatarle al miedo el principal, subir el tono
del gutural esfuerzo, las venas se hinchan y el color dibuja
aunque débilmente una perífrasis verbal,
todo depende de las manos, de la caída de ojos o del ángulo ciego
de nuestra posición, se dice así, supongo, se pronuncia
con la inclinación hipotenusa que configura la palabra,
se muñe en molde como si fuera pan, si sabes
domesticar la levadura verás cómo se crece, remontando
hasta sobrepasar los límites y hacerse perceptible
para cualquier oído.
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